lunes, 21 de diciembre de 2009

Minirrelato: Vida de autobús




Todo pasó hace más de un mes.

Podría decirse que mi vida la paso subida en un autobús. A todos los sitios que voy los tengo medidos por autobuses: Si voy a trabajar son 2 autobuses; Si quiero quedar para dar una vuelta es autobús y medio, o si tengo que ir a comprar es suficiente con medio autobús. Es curioso como este pequeño rito de transporte se convirtió en un momento valioso de reflexión para mí misma. Me deleitaba con el paisaje, me perdía con el horizonte cuando amanece o anochece, me atemorizaba cuando veía a los furiosos rayos descargar sobre la tierra mojada y me sentía perdida y apática cuando la espesa niebla inundaba los campos dorados y rojizos de trigo y amapolas que tanto me alegraban la vista.

Y ahora también he descubierto otra cosa en uno de mis viajes: La caballerosidad aún no ha muerto. Tiene como unos 25 años, de tez clara, trajeado con corbata y gafas que hacen sus ojos celestes más llamativos. Sé por estos pocos datos que es responsable ya que tiene un trabajo más o menos importante; es muy entregado, siempre está revisando todos los formularios que guarda en su portafolios con detenimiento, le gusta escuchar música rock para desconectar de tanto palabrerío pomposo. Y a la vez, aunque es atento, también es tímido y vergonzoso. Todas las mañanas y todas las noches me saluda con una mirada y me despide de la misma manera con un sutil ruego de que nos volvamos a ver mañana. Cada vez que ve aparecer la pequeña flor rosa y morada suspira con tranquilidad y disfruta del trayecto porque ve que su súplica fue atendida.

Y todas las mañanas como si se tratara de una rutina de la que nunca uno se cansara, se levanta cinco minutos antes de su asiento para tomar posición frente a la puerta de salida para bajar. Y aunque esté justamente delante de la puerta para salir primero; siempre me cede el paso para que baje antes que él. Hay un intercambio de miradas. Tú mencionas un quedo "pasa, por favor" para que no se note que te tiembla la voz, a lo que yo respondo con un afectuoso "gracias" y una sonrisa de gratitud pintada en la cara.

Y así llevamos casi un mes. Por culpa de mis horarios te veo de tarde en tarde, pero me sigues siendo fiel, esperando a que aparezca como casi todas las mañanas. Hasta que encuentres el valor de decirme "Hola, ¿te quieres sentar conmigo?". Algo que presiento que no tardará en venir.

Por eso, simplemente gracias. Da gusto que alguien por una vez no haga sentir a una mujer como un objeto sino como a algo delicado que hay que mimar y hacer sentirse bien.

Hasta mañana caballero andante misterioso, nos vemos donde siempre a la misma hora. No faltes!

XXX
M♥

No hay comentarios:

Publicar un comentario