lunes, 5 de julio de 2010

Minirrelato: Sol en los días de lluvia




La apatía y los días grises inundan en su totalidad las horas que marca el reloj. Pasan todos y cada uno, simétricos, impasibles, monótonos, fríos... Vacíos. Tan vacíos que incitan a chillar de la desesperación y a llorar con el más profundo sentimiento de pena y agonía.
Directamente no hay un sentido en el cual uno pueda hacer acopio de fuerzas y seguir el camino. Cuando la soledad te amordaza y te empuja a una espiral donde reina la soledad y la desolación sin posibilidad de desasirte por tus propios medios. Y las lágrimas que desprendes se mezclan con la lluvia que cae y no hacen más que encenagar las arenas del tiempo que te recuerda que estás aquí de paso e incluso que no hay nadie en el mundo que sea capaz de compartir tu dolor.

Y de repente, una cálida luz, amable y tierna, te ilumina tímidamente hasta envolverte por completo, te abraza con fuerza y te recuerda que no estás solo, que sabe cuáles son tus miedos, tus desesperanzas, tus frustraciones y te anima a que lo intentes de nuevo pero ahora con el apoyo de esa luz que se preocupa por tu bienestar y que vela por él. Y que por mucho que caigas, esa luz te protegerá incansablemente, pacientemente dando un nuevo sentido a tu vida y alumbrando el sendero que una vez se dio por perdido para que, paso a paso, vuelvas a él.
Y llegado a un punto, cuando sientes el amor y el tesón que te ha estado dando esa luz, puedes llegar a sentirte pleno e incluso feliz, pudiendo ser finalmente bañado por completo por el radiante y solemne Sol. Hasta que llega el momento en el que con sólo alzar el rostro y sentir la tibieza recorriendo todas las líneas de tu cuerpo, te sale una sonrisa tratando de entregar la misma candidez que una vez te fue dada.

Y por todo eso, tan sólo puedes abrazarlo y darle un profundo ''gracias'' nacido directamente de tu corazón. Pidiendo que nunca se separe de tí.

XXX
M♥

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